Los conducía Hermes, el Benéfico, por la lóbregas sendas. Pasaron más allá de las corrientes del Océano y de la Roca Blanca, pasaron más allá de las puertas del Sol y del País de los Sueños, y no tardaron en llegar al País de los Asfódelos, dónde habitan las almas, imágenes de los difuntos.
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