Ludwik. El gorrión.
Estaba claro, en ese momento observaba a aquel colgado igual que en otra ocasión había contemplado al gorrión.
Y ¡pam, pam, pam, pam! ¡Uno, dos, tres, cuatro! El gorrión colgado, el palito colgado, el gato estrangulado-colgado, Ludwik colgado. Todo se volvía coherente. Todo encajaba a la perfección. Un cadáver absurdo que de pronto se convertía en un cadáver lógico. Sólo que aquella lógica era densa… demasiado mía… personal… privada…
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